Cree un hielo punzo-cortante y con ello rasgue poco a poco mi
brazo. No tenía un caballo para sacrificárselo a Poseidón, y consideré oportuno
hacer sacrificio conmigo mismo.
Dejé mi sangre caer al agua, y al contacto se evaporó.
-Poseidón, ayúdame necesito fuerzas para sobrevivir o dame
una señal-. Musité casi llorando.
Cerré mis ojos, Poseidón estaría muy ocupado, como para notar
la existencia de otro mortal como yo. Creo que no me hará el favor.
Una estrella brillosa se desprendió de las otras cinco y bajó
a velocidad a donde yo me encontraba. Esto si era raro las estrellas no bajaban
a la tierra, almeno que fueran meteoritos. La estrella había reducido tamaño
muy notablemente y estaba a pocos metros arriba de mí. Mi curiosidad siempre le
ganaba a mi razonamiento y traté de alcanzar la estrella, como un perro a un
hueso.
La estrella volaba a mi velocidad, me agradaba, volaba hacia
delante donde había escuchado el grito.
Después de como un kilómetro calculé, la estrella se detuvo y
desapareció, seguí adelante y pensé en rendirme ya por una vez, mis fuerzas
eran cada vez más escazas y ya había intentado todo lo que podía por sobrevivir.
Estaba a punto de parar, de poner mi cuerpo frio pero……..
-aaahhhhhhh- . Escuche un nuevo grito, este era de Max.
Camine un poco más rápido y abandone la idea de rendirme.
-Ayuda- dijo Max.
Vi a Max trepado en una isla flotante, con Nepsol y otros
tres niños. Max me vio y me hiso señas desesperado de que subiera a la isla.
Utilice mis últimas fuerzas para subir y Nepsol me incorporó.
Me fije en mi yaga del brazo, pero no
tenía ninguna importancia ahora.
En mi vida había usado el agua control, y menos había hecho
hielo. Yo sabía que los maestros aguan la primera vez que usaban su poder,
gastaban tres cuartos de su energía natural, pero no pensé que fuera tan
cansado.
Bueno aparte, siempre las pruebas son en luna llena con
conocimiento de causa.
Giré mi mirada y vi a cinco de mis compañeros.
-Donde están los demás- pregunté
-No lo sé- respondió Max
-Cuanto tiempo llevan aquí- dije. – Algunas horas-respondió
Nepsol
Sentí un chapoteo de agua tibia en mi cara.
Mi Profesor, Aqusyblo, estaba allí, trepado sobre un huracán de
agua, moviendo sus manos a mucha velocidad. Nos venía a ayudar.
-Trepen rápido- dijo gritando a todo pulmón.
Brinque con todas mis fuerzas, y trepé a la cúspide del huracán,
me siguió el paso Nepsol y Max.
-Ayuden a mantener esto firme- dijo el profesor.
Las dos niñas treparon y ayudaron a continuar el huracán con
forma, pero el quinto niño no podía trepar, el ya no tenía fuerza.
Mi mente me daba vueltas, si el niño subía con nosotros lo
más probable era que se destruyera el huracán y nos quemáramos todos, y si lo dejáramos
de moriría ice un látigo de agua media sólida y jalé.
El niño ya estaba con nosotros.